miércoles, 24 de abril de 2024

Ex-Machina y la inteligencia artificial

En Ex machina (Alex Garland, 2015) nos encontramos con el enésimo abordaje fílmico de la relación entre los humanos y las máquinas inteligentes, esas máquinas que pretendemos construir a imagen y semejanza nuestra por lo menos desde los tiempos de Frankenstein, y que por parecerse tanto a nosotros nos inducen a preguntarnos por lo que somos: si somos como ellas, si somos diferentes, y en qué.

El planteamiento de Ex machina es muy similar al de Blade Runner, una película que ya fue comentada en esta misma sección. A un poderoso hombre de negocios (Nathan, el propietario de Blue Book, una especie de google) le da por dedicarse a la inteligencia artificial, aprovechando precisamente todo el caudal de información que recibe a través de su buscador de internet. Cuando ha creado un producto lo bastante bueno, decide medir su calidad, y para eso echa mano de uno de los programadores más brillantes de su empresa, el joven Caleb. Lo convoca a su búnker, un lugar perdido entre ríos y montañas, y le pide que compruebe si el producto muestra una inteligencia equivalente a la de los humanos.

Con este fin, Caleb se propone aplicar a la máquina antropomorfa (que se llama Ava y muestra el rostro de una de las actrices de moda, Alicia Vikander) una variante del test de Turing, según el cual una computadora demuestra ser inteligente si hablando con ella, o de algún otro modo interactuando, el humano se muestra incapaz de determinar si se trata de una computadora o de otro humano. En este caso, la particularidad radica en que Caleb ya sabe que se trata de una máquina, lo cual acaso dificulta la aplicación del test.

Caleb se pone manos a la obra a lo largo de una serie de sesiones cuidadosamente escrutadas por Nathan mediante un circuito cerrado de televisión. Ava y el muchacho sintonizan bien y se gustan, con lo que la cosa se empieza a complicar. Además, Ava resulta ser una máquina bastante espabilada y usa sus habilidades técnicas para causar apagones eléctricos, que dejan el circuito de televisión fuera de servicio, y aprovecha esos momentos en que no están vigilados para poner a Caleb en contra de Nathan, acusándolo de hombre malo y mentiroso que pretende manipular a Caleb y, lo que es peor, terminar con la vida (o lo que sea) de Ava.

Como Caleb ya ha sido seducido por Ava, a ésta no le cuesta mucho ponerlo de su parte y enemistarlo con Nathan. Éste acaba por enterarse de las maquinaciones de la bella máquina y advierte a Caleb de que se está equivocando de bando. Le reconoce que sí, que le ha engañado, en el sentido de que lo que pretendía no era que le aplicase el test de Turing sino más bien comprobar si Ava trataba de engatusarlo con la intención de fugarse del bunker, una intención que otras versiones más primitivas de la máquina ya han mostrado; pero Caleb hace tiempo que está obsesionado con Ava y no hace caso de las prudentes advertencias de su jefe. Así las cosas, y ahorrando detalles, digamos que la máquina fatal se sale con la suya y los dos hombres acaban de mala manera.

En efecto, las semejanzas con Blade Runner son muchas: para empezar, el trío protagonista, compuesto por el poderoso y soberbio creador de robots, luego el hombre humilde que ha de relacionarse con los robots de tú a tú, y, claro está, el propio robot; además, el argumento es similar, porque en ambos casos se trata de sofocar actos de rebelión robótica y así de columbrar los peligros de la inteligencia artificial; similar también es la duda que corroe al hombre humilde, la de si no será él mismo otro artefacto del tipo de aquellos a los que se enfrenta; es análoga la relación afectiva que se establece entre el hombre humilde y el robot; y, en fin, el ambiente en el que se desarrollan ambas tramas es claustrofóbico a más no poder.

Sin embargo, se trata de dos películas muy diferentes. Si Blade Runner es un despliegue inigualable de personajes, escenarios, colores, acciones y tensiones, Ex machina parece deliberadamente minimalista, una película casi más conceptual que narrativa, una obra teatral más que una película. 

Los personajes son pocos, el escenario es casi siempre el mismo, los diálogos son relativamente pobres, la acción es escasa. A ese minimalismo contribuyen los detalles: el diseño y mobiliario del búnker de Nathan (compárese con el torreón de la Tyrell Corporation o incluso con el abigarrado apartamento de Rick Deckard), la pobreza del vestuario, la música y hasta la poca gracia de los dos personajes humanos. Más allá de todo esto, aunque relacionado con ello, queda la que considero diferencia más significativa entre las dos películas, la que deriva de su dispar intensidad sentimental, a la que me voy a referir después.

Además de su evidente minimalismo, Ex machina contiene un igualmente evidente simbolismo, empezando por el propio titulo. Pronto se nos aclara que Blue Book, el nombre de la empresa creada por Nathan y en la que trabaja Caleb, es un homenaje nada menos que a Wittgenstein (en efecto autor de unos cuadernos azul y marrón); aparece Turing y su test; y en la fabula que se cuenta acerca de una mujer que solo podía ver en blanco y negro a pesar de saberlo todo sobre los colores parece haber una referencia a G. E. Moore y sus reflexiones sobre la indefinibilidad de la noción de "amarillo". En el hilo musical del bunker suena Enola Gay, la canción de Orquestral Manoeuvres in the Dark que se hizo famosa en 1980 y que alude al nombre del B ] 29 que lanzo la bomba atómica sobre Hiroshima. Sale también a relucir Oppenheimer, el director del Proyecto Manhattan y padre de la mortifera bomba; y la sala del bunker la preside un gran y salpicado lienzo de Jackson Pollock, figura central del expresionismo abstracto norteamericano. 

Por ultimo, el robot antropomorfo se llama Ava, que en ingles es versión del nombre de la primera mujer. Hasta aquí, lo que a mi se me alcanza; pero con tanto símbolo a la vista uno no deja de buscar otros acaso mas ocultos (uno querría saber, por ejemplo, si la elección de los nombres bíblicos Nathan y Caleb tiene algún significado), y de preguntarse que es lo que encierra cada una de esas referencias filosóficas, musicales o pictóricas. Minimalismo visual y narrativo, por un lado, y simbolismo abundante y con frecuencia enigmático, por otro, convierten a la película en una experiencia algo indigesta que es difícil calificar como amena.

Dada la semejanza argumental con Blade Runner, las preguntas que suscita Ex machina son en buena medida las mismas y no voy a ocuparme aquí de ellas, puesto que ya lo hice en su momento. Lo que sí plantea de manera distinta la película de Alex Garland es la relevancia del elemento corporal en la identidad humana, y a esa relevancia voy a dedicar lo que queda de estas páginas. 

El punto de partida lo constituye la aparición de Ava. A diferencia de los replicantes de Blade Runner, perfectamente humanos desde el punto de vista corporal, a Ava se le ven hasta los cables, y por eso cuesta reconocer en ella a un igual, a pesar de su humano y agraciado rostro y de otros atributos propios de nuestra morfología. Nathan podría desde luego haber ocultado los cables y demás partes mecánicas de Ava, tecnología para ello no le falta, como demuestra el aspecto plenamente humano de Kyoko, el otro robot que aparece en la película; pero parece ser que lo que quiere es justamente que Caleb supere el prejuicio corporal y que aprecie la inteligencia de Ava sin que se lo impida su aspecto sólo parcialmente humano.

Aun así, Nathan ha de conceder mucho de antemano a lo corporal, como él mismo se encarga de explicar a Caleb: si Ava tuviese el aspecto de una caja de cartón (que podría tenerlo), difícilmente se sentiría interesado por ella, y Ava no estaría en condiciones de seducirlo. En cambio, sí lo está, entre otras cosas porque su rostro ha sido conformado a partir del "perfil pornográfico" de Caleb, es decir el perfil que puede trazarse teniendo en cuenta las pelis porno que ve Caleb en internet (Dios mío, lo que pueden llegar a saber de nosotros... mejor no pensarlo). Quizá también por eso, se me ocurre, la relación entre Ava y Caleb tiene lugar siempre con un cristal de por medio que impide el contacto físico; porque, ¿se sentiría igualmente atraído por ella si tocase su cuerpo? ¿Qué tacto tiene ese tejido gris suyo? ¿Será igual de atrayente para la mano que para el ojo? Y esas partes transparentes, ¿qué consistencia ofrecen?

En cambio, Nathan no ha tenido en cuenta el aspecto físico de Caleb a la hora de seleccionarlo, sino sus capacidades intelectuales, y también el hecho de que no tiene familia: es huérfano y no tiene hermanos, pareja ni hijos. Está solo en el mundo. Que en el caso de Caleb se haya fijado en esta circunstancia tan distinta de la del perfil pornográfico ha de deberse a la asimetría de la primero potencial y luego actual relación entre Caleb y Ava: en el primero hay que suscitar atracción; en la segunda, en cambio, hay que evitar que consideraciones morales, o algo parecido a eso, refrenen su intención de seducir a Caleb, y sacrificarlo si es preciso, para conseguir escapar.

Esto abunda en la dimensión corporal de lo humano: Caleb es un ser humano y, por tanto, es un cuerpo y no puede renunciar a él. La atracción que siente por Ava integra lo corporal, es una atracción también física; por eso es tan importante haber seleccionado adecuadamente el rostro de Ava, y quizá por eso la atracción aumenta cuando Ava decide ocultar las partes no humanas de su cuerpo con una peluca, un vestido y unas medias, y eso a pesar de que su atuendo parece sacado de La Casa de la Pradera. Seguramente porque lo que importa no es el estilo, sino el hecho de acercarse, mediante la ocultación, a nuestro modelo corporal; de donde habría que concluir que lo físico le importa a Caleb más de lo que él mismo está dispuesto a admitir. En cambio, Ava no es un cuerpo, sino que tiene un cuerpo. Ava es, vamos a decirlo así, intelecto puro. Todo su ser se concentra en su cerebro, uno que es posible extraer del cuerpo y ubicarlo en otro cuerpo sin mayores problemas, uno que a semejanza de un disco duro puede borrarse por completo y volverse a cargar con otros contenidos, tal y como Nathan ha hecho en otras ocasiones y pretende volver a hacer si es necesario para mejorar el producto.

A estos efectos, una escena muy significativa es la de Ava abriendo el armario, esta vez no para buscar un vestido como antes, sino para buscar un brazo de aspecto humano y con él sustituir el suyo roto, o para cubrirse por entero con una piel de aspecto igualmente humano. Ese brazo, esa piel, no son suyos y por la misma razón tampoco son suyos el brazo y la piel originales, puesto que pueden ser sustituidos sin menoscabo alguno. En Ava, la línea divisoria entre lo propio y lo extraño no está entre su cuerpo y la ropa que lo cubre, sino entre su cerebro y todo lo demás, cuerpo incluido. No su cuerpo por tanto, sino un cuerpo cualquiera, uno fungible.

Por no tener cuerpo, y por muy inteligente que parezca y sea, Ava es una máquina y no un ser humano. No dice esto nada en contra ni a favor suyo, sino que simplemente nos dice algo de cómo somos nosotros, de nuestra naturaleza corporal, una naturaleza que olvidamos cuando contemplamos nuestro propio cuerpo como una rémora (y tanto más cuanto más envejecemos) y cuando nos ilusionamos con la posibilidad de subsistir al margen de él, sea como almas incorpóreas o sea como cerebros trasplantados a otros cuerpos. Y bien podría ser, porque de esto poco se sabe, que nuestra personalidad, lo que somos o creemos ser, venga determinada o de algún modo condicionada por nuestro cuerpo; y que, como sostenía Spinoza hace ya unos cuantos siglos, si actuamos, si hacemos algo, si nos movemos, sea por causa de nuestros apetitos y deseos (que no son sino apetitos conscientes), cuyo origen y razón de ser ha de ser corporal. Por eso, también es posible que nuestra naturaleza sentimental, el hecho de que tengamos sentimientos hacia los demás (apetitos al fin y al cabo), no pueda explicarse sin tener en cuenta nuestra dimensión corporal. Y eso explicaría también por qué Ava carece de ellos, a salvo de su curiosidad por el mundo exterior y su afán de supervivencia. Es más, cabe preguntarse si un ser como Ava no es de imposible concepción, en el sentido de que sea imposible concebir un ser dotado de voluntad y privado de cuerpo al mismo tiempo.

Así, cuando actuamos como si nuestro cuerpo fuera subsidiario de nuestra mente, o como si nuestro cuerpo no formase parte esencial de nosotros mismos, actuamos de manera contraria a lo que conviene a nuestra naturaleza. Se me ocurre que es el caso de los que proponen un mercado más o menos libre de los biomateriales humanos, sobre la base de que somos propietarios de nuestros cuerpos y de sus partes separadas (tejidos, órganos, piel, gametos) y de que, por tanto, podemos comerciar con todo eso. Yo diría más bien que no es sólo nuestro cerebro el que funciona (todavía) misteriosamente, sino también el resto de nuestro cuerpo, el cual debemos comprender como una unidad que no ha de fracturarse. No sabemos a ciencia cierta cuál es el origen de nuestros sentimientos ni de nuestras acciones. Todo eso sigue siendo misterioso y, por esa razón, debe mantenerse en el ámbito de lo sagrado, entendido aquí como aquello que ha de respetarse por encima de todo y, por eso, sustraerse del tráfico de los hombres.

Acabaré retomando algo a lo que ya hice referencia antes cuando comparé Ex machina con Blade Runner. La segunda es una película mucho más sentimental que la primera: son más sentimentales sus protagonistas humanos y lo son también los replicantes construidos por la Tyrell Corporation. El ánimo creador del Dr. Tyrell es mucho más enérgico que el de Nathan, y su pasión por el ajedrez no puede compararse con la de Nathan por la música dance. Caleb también sale perdiendo en la comparación sentimental con Rick Deckard (de acuerdo: también en todas las demás), y ni siquiera la desesperación que muestra Caleb al hurgar profundamente con un cuchillo en su brazo para demostrarse que es humano está a la altura de los sentimientos más contenidos pero más sutiles de Deckard. El propio amor, o lo que sea, de Caleb por Ava es un pálido reflejo del de Deckard por Rachel. Sobre todo, lo que no resiste comparación es la mucha capacidad sentimental de los replicantes con la escasa o nula de Ava o de Kyoko. Por eso, Blade Runner tiene una fuerza narrativa muy superior a la de Ex machina, y por eso es mucho mejor película. Aunque, a saber, quizá la intención de Alex Garland (que desde luego no es un mal guionista), al recurrir a toda esa frialdad con la que inunda su película, ha sido la de mostrarnos precisamente eso: que lo sentimental es un elemento constitutivo de lo humano, que lo corporal también lo es, y que nuestro mundo corre el riesgo de la deshumanización, obsesionados como estamos con un progreso meramente técnico guiado por una razón estratégica que ha olvidado los intereses a los que debe servir. Si así fuera, el mundo de Ex machina sería una distopía, una utopía negativa de la que quizá no estamos muy lejos, y esa frialdad una advertencia crítica y críptica de lo que nos espera y de lo que ya no sabemos si estamos a tiempo de evitar. 

martes, 23 de abril de 2024

El Día del Libro: Celebrando la Literatura y la Cultura

El Día del Libro, también conocido como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, se celebra cada 23 de abril en todo el mundo. Esta fecha conmemora la importancia de los libros, la lectura y la difusión del conocimiento. A continuación, exploraremos el origen de esta celebración y cómo podemos participar en ella.
Origen y Significado

23 de abril: El Día del Libro se eligió en honor a dos grandes escritores que fallecieron en esta fecha: Miguel de Cervantes (autor de “Don Quijote de la Mancha”) y William Shakespeare (autor de obras como “Romeo y Julieta” y “Hamlet”). Ambos dejaron un legado literario invaluable y su influencia perdura hasta hoy.

Sant Jordi: En Cataluña (España), el 23 de abril también es el Día de Sant Jordi. En esta fecha, es costumbre regalar rosas y libros. Las calles se llenan de puestos de flores y librerías, creando un ambiente festivo y cultural.

Recomendaciones del libros 
“El arco iris de la gravedad” de Thomas Pynchon: Esta obra narra la historia de un militar sometido a experimentos pavlovianos por un científico alemán que trabaja para los nazis. El protagonista sufre una erección cada vez que cae una bomba alemana V-2.







“La posibilidad de una isla” de Michel Houellebecq: En esta novela, el protagonista Daniel se ve inmerso en una secta que asegura que el ser humano alcanzará la inmortalidad. La trama aborda temas filosóficos, sociales, políticos y científicos.








“1Q84” de Haruki Murakami: Esta novela presenta dos historias paralelas, una sobre una gimnasta asesina y otra sobre un profesor que desea ser escritor. A lo largo de la trama, se exploran tintes de ciencia ficción y se menciona el libro “1984” de George Orwell.







“Oveja mansa” de Connie Willis: La protagonista, Sandra Foster, es una socióloga que estudia las modas y se encuentra con un investigador especialista en la teoría del caos. La novela combina elementos científicos con un toque de humor y misterio.







“Parque Jurásico” de Michael Crichton: Aunque más una novela de aventuras con tintes de terror, contiene disquisiciones sobre ingeniería genética y paleontología. La trama gira en torno a la creación de un parque temático con dinosaurios clonados.

miércoles, 17 de abril de 2024

Nueva teoría sobre el origen de la vida en la Tierra

En un experimento pionero realizado a principios de la década de 1950, un científico intentó recrear las condiciones de la Tierra primitiva en un tubo de ensayo.

Stanley Miller introdujo en matraces interconectados unos cuantos ingredientes simples que se creía que se arremolinaban en la atmósfera y los océanos del joven planeta, les aplicó calor y los electrocutó para simular un relámpago. Los resultados no tardaron en hacerse famosos: De esta sopa primigenia surgieron los aminoácidos, los componentes químicos de la vida.

El descubrimiento inició una búsqueda dentro de la química y la biología para idear experimentos que pudieran ayudar a responder una de las mayores preguntas científicas a las que se enfrenta la humanidad: ¿Cómo empezó la vida en la Tierra?

Ahora, científicos de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich han dado un emocionante paso adelante al demostrar cómo podrían haberse sintetizado moléculas más complejas, cruciales para la vida, a partir de los ingredientes básicos de la Tierra primitiva.

En su estudio, publicado en la revista Nature, los científicos cambiaron los tubos de ensayo por diminutas redes de grietas ramificadas que se asemejan a las que se forman de forma natural en las rocas. Hicieron fluir agua a través de las grietas, junto con componentes químicos clave, y luego aplicaron calor, imitando un proceso similar al que podría ocurrir cerca de los respiraderos hidrotermales en el océano o en rocas porosas cerca de una piscina geotérmica.

Descubrieron que el calor que fluye a través de estas redes geológicas clasifica y filtra las moléculas, ayudándolas a crear cadenas más largas llamadas biopolímeros que son esenciales para la vida. “Es una demostración fantástica de que procesos físicos sencillos pueden funcionar para hacer estas cosas”, afirmó Matthew Pasek, profesor de Geociencias de la Universidad del Sur de Florida que no participó en la investigación.

La cuestión de cómo surgió la vida es tan amplia que trasciende las fronteras tradicionales que dividen la ciencia en distintas disciplinas. Químicos, biólogos, astrofísicos y geólogos tienen todos un sitio en la mesa cuando se trata de responder a la pregunta.

Unir esas fronteras es lo que interesaba a Christof Mast, biofísico de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich, cuyo laboratorio diseñó un montaje experimental que se aproximara algo más a las condiciones en las que tuvo lugar la “química prebiótica” que dio origen a la vida.

Durante décadas, los científicos se han enfrentado al problema de que la Tierra primitiva no era un laboratorio prístino, con vasos de precipitados, pasos de purificación impecablemente cronometrados y reservas concentradas de ingredientes. Una cosa es recrear la química de la vida en un laboratorio, pero los experimentos que se pueden hacer en un matraz pueden ser improbables, en el mejor de los casos, en las desordenadas condiciones del mundo real.

“Se puede pensar en la Tierra prebiótica, esta sopa prebiótica, que está muy diluida, y todas estas cosas diferentes reaccionan de una manera muy incontrolada”, dijo Mast.

Uno de los problemas hasta la fecha es que las reacciones químicas en el laboratorio suelen dar lugar a productos secundarios que pueden iniciar sus propias reacciones no deseadas, lo que deja a los científicos sólo con cantidades minúsculas del material clave. Entonces, ¿cómo pudo la Tierra primitiva fabricar suficientes componentes básicos para que la vida acabara existiendo?

Para intentar averiguarlo, los investigadores cortaron redes ramificadas de grietas interconectadas en una diminuta pieza de una sustancia inerte similar al teflón llamada FEP y la colocaron entre dos placas de zafiro.

Los zafiros se llevaron a temperaturas precisas pero diferentes para crear un flujo de calor a través de la red geológica entre ellos, imitando la forma en que probablemente fluía el calor en la Tierra primitiva, tal vez cerca de volcanes o fuentes hidrotermales. A continuación, hicieron fluir agua y componentes químicos básicos a través de la red de grietas y observaron lo que ocurría.

En un experimento de prueba de concepto, utilizaron glicina, el aminoácido más simple, junto con una sustancia llamada TMP que puede reaccionar para unir dos moléculas de glicina. Estas reacciones son difíciles en el agua, explica Mast, y la TMP era muy rara en la Tierra primitiva. Según los investigadores, cuando mezclaban estos ingredientes en un vaso de precipitados o en grietas geológicas sin calor, la cantidad de biopolímero más complejo que creaban era “insignificante”.

Pero cuando aplicaron un gradiente de calor a las grietas, aumentó masivamente la producción del biopolímero. Esto es significativo porque, aunque los aminoácidos son importantes, aún están lejos de la vida. Esos mismos componentes básicos se han encontrado en meteoritos sin vida, por ejemplo. “Para pasar al siguiente nivel, hay que empezar a fabricar polímeros: es un paso fundamental para crear el siguiente reino de la vida”, afirma Pasek.

La instalación no puede pronunciarse sobre la cuestión última de cómo empezó la vida: ¿Fue en un estanque, como podría haber existido en la superficie de la Tierra, o cerca de una chimenea hidrotermal como las que se encuentran en las profundidades del océano? Según Mast, los flujos de calor a través de las rocas pueden producirse en multitud de entornos geológicos y probablemente fueron “omnipresentes” en la Tierra primitiva.

Pero el montaje experimental puede utilizarse para comprobar otros aspectos de la química primitiva del planeta. Mast espera crear a continuación una red de grietas a partir de materiales geológicos y construir redes mayores de cámaras conectadas. El estudio es otro recordatorio de que los experimentos químicos elegantes pueden ignorar una parte fundamental de la sopa primigenia: la olla.

En 2021, un equipo de científicos descubrió que en el famoso experimento de los años 50, el propio tubo de ensayo -o más bien, el vidrio de borosilicato del que estaba hecho-desempeñaba un papel en los resultados.

Cuando esos científicos repitieron el experimento en un matraz de vidrio, en uno de teflón y luego en uno de teflón con un poco de vidrio de borosilicato, descubrieron que el vidrio era un ingrediente fundamental para catalizar las reacciones.

“En otras palabras, para cocinar la ‘sopa primordial’, la cazuela es importante”, escribió en un correo electrónico Juan Manuel García-Ruiz, profesor de investigación del Centro Internacional de Física de Donostia, España que participó en el experimento. Elogió el nuevo trabajo por su enfoque imaginativo y, quizá lo más importante, por ser “geológicamente plausible”.

“Puede que no sea el único mecanismo, pero funciona y es ingenioso y, sobre todo, es una demostración experimental”, dijo García-Ruiz. “Creo que necesitamos más enfoques experimentales para explorar el contexto geoquímico del planeta cuando nació la vida”.

miércoles, 3 de abril de 2024

El olfato, ¿por qué es fundamental para la sobrevivencia?

El olfato, un sentido olvidado y poco estudiado, es un mecanismo de defensa para la sobrevivencia del ser humano, fundamental en la reproducción sexual y potente predictor —cuando se va perdiendo la capacidad de oler— de algunas patologías.

La doctora Alicia Castillo, profesora de neuroanatomía funcional de la Facultad de Medicina de la UNAM, apunta sobre el sentido de los olores:

El olfato es tan importante como los otros sentidos, sólo que durante la evolución “nosotros despegamos la nariz del piso”.

A los mamíferos de cuatro patas, la nariz les sirve para encontrar comida y evitar comer algo venenoso, en proceso de descomposición o tóxico, así como para encontrar pareja y reconocer a la cría.

En los humanos se modificó la relevancia del olfato “porque nos pusimos de pie”. Erguidos, estamos lejos de lo que podemos oler. Predominan el oído y la vista porque el mundo y la vida están llenas de sonidos, así como de formas y colores.
Olfato y subsistencia

Neurológicamente, el olfato está conectado al sistema autónomo del cerebro. Por eso, cuando olemos algo desagradable reaccionamos, es decir, se activa “el reflejo de la arqueada”.

También tiene conexión con el sistema límbico, por lo que los humanos podemos separar el acto sexual per se de lo sensual. Ambos tienen que ver con el olfato y la vista.

La o lo veo y digo: está más o menos. Sin embargo, si me agrada su olor, entonces, las posibilidades de que haya una compatibilidad tanto sexual como sensual a largo plazo son muchas.

El olfato es un mecanismo “muy ancestral” que facilita encontrar pareja. En un experimento en el que se pidió a mujeres que olieran camisetas sudadas de algunos hombres, se encontró cuáles aromas les gustaban y atraían y cuáles no.

Otros estudios, a los que ya no se les dio continuidad, mostraron que hay cierta complementariedad entre olfato y sistema inmune. Es muy probable que, si me gusta el olor de alguien, nuestros sistemas inmunes sean complementarios. El ser humano producto de esa relación de pareja tendrá un sistema inmune más fuerte, lo cual es fundamental para la subsistencia de la especie.

Olfato entrenado
Hay olores que de manera innata o natural nos agradan y otros que nos desagradan, como los pútridos. Aunque también hay olores aprendidos.

Así como se educa el oído para la música, también al gusto y al olfato para la cata de agua, café, vino u otro alimento. En particular, el olfato se entrena para distinguir las notas de las fragancias y los perfumes.

La música y las fragancias tienen notas. En una son Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si. En las otras hay notas florales, dulces, quemadas, a madera, cítricas, etcétera, que siempre son referencias de otro sentido. O veo flores o me saben a algún cítrico. Quizá la única exclusiva del olfato es la nota alcanforada.

El olfato también es un sentido olvidado porque no tiene, como la vista, un vocabulario. No tenemos una palabra o nombre específico para los olores. En cambio, para los colores si: azul, verde, rojo, blanco…

Olfato, un sentido químico

La relación olfato-olores también es cultural. Hay aromas que nos relajan, nos activan, abren el apetito, porque están asociados al gusto. Si se junta “el aroma que me gusta con el hambre” comienzo a salivar. Salivamos porque hay núcleos en el tallo cerebral que conjuntan o integran esa información que viene del olfato y el gusto.

A diferencia de la vista, el oído y el tacto (diseñados para procesar colores y formas, sonidos y texturas), el olfato y el gusto son sentidos químicos. El olfato (la nariz sirve para respirar y oler) tiene receptores que detectan moléculas aromáticas muy volátiles flotando en el ambiente.

Toda esa información llega al sistema límbico y activa la parte del gusto, la parte sexual y la memoria. Todos tenemos recuerdos asociados a olores específicos. La cercanía del sistema olfativo con el hipocampo y la amígdala facilita que se impregne la memoria. “Es como si conversaran muy de cerca”.
Olfato y enfermedades

Perder el olfato aparentemente no es grave. Sin embargo, para quien padece de gripe o COVID-19 no es nada agradable comer: no le sabe la comida porque más del 80% del sabor está asociado con el olfato y le queda “muy poquito del gusto”. Sin olfato no se puede tener “toda la experiencia de comer con los sabores”.

Una buena noticia es la neurogénesis que ocurre en los bulbos olfatorios del cerebro. Sus neuronas se regeneran todo el tiempo. Por eso el olfato podría usarse como “un potente predictor” de padecimientos neurodegenerativos como las enfermedades de Alzheimer y de Parkinson. Antes de presentarse la pérdida de memoria o la desregulación de los movimientos, lo primero que se pierde es el olfato porque ya no se regeneran las neuronas de los bulbos olfatorios

Aún no es posible curar las enfermedades neurodegenerativas, sin embargo, si se descubre de manera temprana la pérdida del olfato podría ser un indicio de que en unos cinco años se podría manifestar Alzheimer o Parkinson.

Cuidados para el olfato
¿Cómo puedo cuidar mi olfato? Si bien “se cuida solo”, la doctora Castillo propone:No exponerse a olores intensos, por ejemplo, a solventes muy potentes. Quien está expuesto debe usar equipo de protección como mascarillas. “Oler tantito para el cerebro no es poquito”. Aunque se van a morir y a regenerar neuronitas del sistema olfatorio, hay que cuidarlas.
No exponerse a cambios de temperatura o a situaciones que pudieran desencadenar un proceso de infección de las vías respiratorias. La gripe, COVID-119 y otras enfermedades similares afectan los bulbos olfatorios. Con un catarro, nuestra mucosa y nuestros receptores del olfato sufren.
Evitar las drogas, particularmente las que se consumen por inhalación.
Cuidar la alimentación para tener un sistema inmune con “todo en su lugar”.
Quienes se acercan a los 60 años de edad y notan pérdida del olfato, deben acudir al médico para descartar o confirmar la posibilidad de padecer alguna patología y tomar las acciones médicas correspondientes.

lunes, 1 de abril de 2024

Más allá del dióxido de carbono: Los otros gases de efecto invernadero

Al hablar de cambio climático, normalmente centramos la atención en las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el más conocido de los gases de efecto invernadero. Incluso en los estudios científicos, las emisiones de este tipo de contaminantes se contabilizan en toneladas de CO2 equivalente. Desde esta perspectiva, es fácil minimizar el papel contaminante de otros gases que, aunque presentes en menores cantidades, su potencial de calentamiento global es significativamente más alto que el CO2 porque, aunque menos abundantes, son mucho más efectivos atrapando calor en la atmósfera, lo que aumenta su relevancia en las estrategias de mitigación del cambio climático.

La amenaza oculta del metano y el óxido nitroso
Aparte del CO2, probablemente el gas que más curiosidad despierta es el vapor de agua. Sin embargo, el ciclo del agua es lo suficientemente activo en todo el planeta como para que su acumulación no sea un problema. Pero además hay otros gases, estos sí, contaminantes, que tienen un efecto invernadero mucho mayor que el dióxido de carbono.

La medida de CO2 equivalente es útil para comprender el potencial de calentamiento global (PCG) de un gas. El PCG compara el efecto radiactivo de una cantidad específica de un gas de efecto invernadero con la misma cantidad de dióxido de carbono durante un período determinado, normalmente 100 años. Así pues, el CO2 equivalente equivale a la cantidad de CO2 necesaria para generar el mismo efecto invernadero que una tonelada del gas que se está midiendo.

Por eso son tan relevantes el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), gases con un PCG considerablemente más alto que el CO2. El metano, según la investigadora Victoria Momyer, de la Universidad de Boston, y sus colaboradores, es 34 veces más potente que el CO2 en términos de PCG. Por su parte, el óxido nitroso tiene hasta 300 veces el potencial de calentamiento global del CO2.

Otros gases, como el clorodifluorometano, el tetrafluoroetano o el hexafluoruro de azufre, aunque presentes en cantidades menores, también son significativos debido a sus altos PCGs. Estos gases, frecuentemente utilizados en la industria y la manufactura, pueden tener un efecto desproporcionadamente grande en el calentamiento global, comparado con su concentración en la atmósfera.

¿De dónde vienen estos contaminantes?
El origen del metano es múltiple. Las fuentes conocidas más relevantes de emisiones de CH4 son proceden de la producción de carbón y gas natural. Estudios recientes, como el llevado a cabo por Hossein Maazallahi y colaboradores de la Universidad de Utrech (Países Bajos), han identificado áreas urbanas como fuentes importantes de emisiones de CH4 originadas principalmente por la red de distribución de gas natural y otras infraestructuras relacionadas con combustibles fósiles.

Pero la agricultura y, sobre todo, la ganadería también son fuentes de metano. En la ganadería, se produce principalmente durante la fermentación entérica en el tracto digestivo de los rumiantes y desde el estiércol almacenado. Por otro lado, los ecosistemas acuáticos como humedales y arrozales son fuentes notables de metano por la actividad de microorganismos metanogénicos en condiciones anaeróbicas.

Además, el permafrost, especialmente en Siberia, almacena grandes cantidades de metano que, en caso de descongelarse por el aumento de las temperaturas globales, podrían liberarse a la atmósfera causando un problema de contaminación masivo.

En cuanto al óxido nitroso, es emitido principalmente por procesos relacionados con la agricultura, como el uso de fertilizantes nitrogenados, y en menor medida por la combustión de combustibles fósiles, incluido el transporte motorizado. Parte de las emisiones de N2O también proviene de la descomposición de materia orgánica en suelos y aguas.

En España, en el año 2021 —la última actualización del Instituto Nacional de Estadística—, se estimó que las emisiones totales fueron de unas 234 000 toneladas de CO2, a las que se sumarían unas 1120 toneladas de CH4 (38 000 toneladas de CO2 equivalente) y casi 60 toneladas de N2O (18 000 toneladas de CO2 equivalente). Más del 25 % de estas emisiones proceden de la industria manufacturera, un 17 % más del sector primario, en torno al 15 % de los servicios de suministro, y casi el 13 % de los servicios de transporte y almacenamiento.

Un enfoque amplio en la lucha contra el cambio climático
Aunque la lucha contra las emisiones de CO2 es esencial para abordar el cambio climático, no es suficiente. Es necesario además impulsar medidas específicas de mitigación para el metano y el óxido nitroso, ambos gases con gran impacto en el calentamiento global.

Dado que la industria es la mayor fuente de emisiones de CH4 y N2O, se propone la puesta en marcha de tecnologías más limpias y eficientes, así como mejorar el tratamiento de residuos industriales.

En la agricultura y ganadería, se busca la promoción de prácticas agrícolas más sostenibles. En este sentido, el investigador Daniel Plaza-Bonilla, de la Universidad de Lleida, y sus colaboradores, tienen un trabajo prometedor donde abordan la reducción de emisiones de óxido nitroso en sistemas agrícolas.

Otra fuente importante de emisiones es el suministro energético; en este sentido, los objetivos prioritarios pasan por transicionar a un modelo de producción basado cada vez más en fuentes de energía renovables y mejorar la eficiencia energética. Además, es necesario fomentar la preferencia por el transporte a pie, en bicicleta o en transporte público, para acercarnos a unas ciudades de quince minutos, más sostenibles y en las que se minimicen las emisiones por transporte.

Sin duda, todos estos avances son necesarios en la transición hacia un mundo más sostenible, pero aún no son suficientes. El decrecimiento es, también, una necesidad, en tanto que implica un cambio de paradigma para reducir emisiones y consumo, a cambio de producir lo realmente necesario, que termine en manos de quienes lo necesitan.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Huella ecológica

Nuestros hábitos, decisiones y comportamientos no solo definen la forma en la que actuamos y pensamos, también tienen un impacto directo en el medioambiente. La huella ecológica nace como un indicador de sostenibilidad para medir el efecto que nuestro modo de vida tiene en la naturaleza.


Utilizar el coche para ir al trabajo o hacerlo en bicicleta, comer productos de origen local u optar por aquellos de exportación… Nuestra forma de vida define también nuestra manera de cuidar el medioambiente. Toda nuestra actividad diaria tiene un efecto directo en el planeta, el cual atraviesa por una crisis climática que, de no ser solventada a tiempo, su efecto devastador se convertirá en irreversible.

Según prevé el informe “Unidos en la Ciencia 2020”, compilado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) bajo las pautas del Secretario General de las Naciones Unidas, entre 2016 y 2020 hemos experimentado el quinquenio más cálido de la historia, registrando 1,1ºC más de temperatura media global que en la época preindustrial. Entre las causas que han agudizado el clima extremo, se encuentra el aumento de concentraciones de gases invernadero como el CO2.

La huella ecológica: nuestra actividad, reflejada en el planeta

El principal fin de este indicador sostenible es medir el terreno necesario para producir una actividad y que la biocapacidad del planeta pueda asumir los residuos que se generan en ella. Aplicado a la actualidad, los datos son contundentes: el consumo de recursos y la producción de residuos son excesivamente superiores a lo que puede soportar nuestro planeta.

Aunque hay distintas clasificaciones de huella ecológica, podemos definir cuatro grandes tipos:
Huella de carbono: mide la cantidad de emisiones de este gas de efecto invernadero vertidas como consecuencia de la actividad diaria de cada persona, así como de la generada en la producción de los productos y servicios que consume.

Pequeños gestos como optar por la bicicleta para movernos por la ciudad contribuirán a nuestro bienestar personal y el del planeta. Además, las organizaciones tienen un papel fundamental en todo ello. Así, en Santander, miembro fundador de la Net Zero Banking Alliance (NZBA), nos hemos comprometido a lograr cero emisiones netas de carbono en 2050.

Huella hídrica: hace referencia al volumen necesario de agua dulce que se utiliza en la producción de bienes y servicios. El recurso por excelencia de nuestro planeta es, sin lugar a dudas, uno de los más castigados por la actividad humana. Adoptar hábitos como cerrar el grifo mientras no lo usamos o descongelar los alimentos con antelación reducirán el consumo de agua.

Huella del suelo: cuantifica la cantidad de espacio natural que necesitamos para producir una determinada materia prima. Hay algunas de ellas cuyo proceso de obtención solo se da en determinados países, bajo unas condiciones climatológicas específicas. Esto lleva a muchos de ellos a deforestar zonas naturales.

Huella de materiales: mide la cantidad de materias primas que requiere la fabricación de un producto o servicio, recogiendo, entre otros aspectos, la vegetación afectada en el proceso. Optar por alternativas más sostenibles, por ejemplo, a la hora de elegir la decoración de nuestro hogar, ayudarán a evitar la sobreexplotación de recursos limitados.

El Informe del Planeta Vivo (IPV) de WWF afirma que en 2050, si no cambiamos nuestros hábitos, necesitaríamos 2,5 planetas Tierra para soportar nuestra actividad. Causas como la deforestación, la agricultura insostenible o las prácticas ilegales de explotación de recursos han agudizado la brecha de la biodiversidad, disminuyendo, por ejemplo, en un 68% las especies de vertebrados en nuestros ecosistemas desde los años setenta.

Esta huella ecológica conlleva una huella social, que aumenta una brecha con los colectivos más vulnerables. Para reducirla, apostar por sistemas más sostenibles significa no solo hacer un uso responsable de los recursos, sino también fomentar el comercio justo y el progreso económico de las personas.

En consecuencia, el compromiso en la lucha contra el cambio climático y la contribución hacia un crecimiento sostenible deben ser asumidos tanto por organizaciones como por particulares, siendo conscientes de nuestro papel para revertir esta situación y avanzar hacia una economía verde.

MONOS AULLADORES

Los primates del género Alouatta viven en las selvas de América.
● Dado que su dieta es principalmente frugívora son excelentes dispersores de semillas, por lo que ayudan a reforestar su ecosistema.
● Son animales sociales, y por lo tanto viven en grupos.

Características: El mono aullador negro es una especie de primate de mediano tamaño. El macho adulto es negro, mientras las hembras y los jóvenes son castaño-amarillentos. El dimorfismo sexual es extremo, con los machos totalmente negros, pesando un promedio de 6,7 kg y las hembras tienen una coloración castaño-clara y, pesando en promedio 4,5 kg. Los ejemplares jóvenes tienen el mismo color que las hembras, siendo que los machos se vuelven negros cuando alcanzan cerca de 5 kg de peso.

Como las otras especies del género Alouatta, los animales emiten vocalizaciones, muchas veces de forma espontánea, que parece tener más una función en la regulación del uso del territorio, señalizando a otros grupos el dominio de un determinado espacio. En caso de que ocurran vocalizaciones de grupos extraños en el territorio de un determinado bando, el macho alfa emite vocalizaciones e inicia búsquedas en la región para dar con el origen de dichas vocalizaciones.

Distribución: Es la especie del género que tiene la mayor área de distribución geográfica, que va desde el Suroeste de Brasil hasta el Noreste de Argentina, Este de Bolivia y de Paraguay.

Hábitat: Selvas tropicales de los biomas Cerrados, Caatinga, Pantanal, Campos del Sur y algunas zonas de la Selva Amazónica. Pueden hallarse en selvas primarias y secundarias, y en ambientes perturbados por la actividad humana, tales como fragmentos forestales de pocas hectáreas.

Hábitos: Son vistos siempre en grupos. Su actividad principal es retirarse parásitos de entre los pelos, es una forma afectiva de establecer lazos con el grupo.

Alimentación: Los monos aulladores son animales con una dieta clasificada como hojívoro-frugívora. Tal régimen alimentario incluye hojas (brotes, nuevas, maduras y pecíolos), pero también incluye flores, tallos, corteza y líquenes.

Reproducción: Viven en grupos sociales conformados por hasta cuatro hembras adultas y un menor número de machos adultos, además de individuos casi adultos, jóvenes e infantiles.

Alcanzan la madurez sexual entre los 5 y 5,5 años los machos y 3,5 y 4,5 años las hembras. Presenta una gestación de una cría solamente, que nace en un período de 180 a 190 días.

En el área de la UFRA: Registrado en el ambiente de Bosques Nativos Restaurados y Bosques Nativos.

Lamentablemente se encuentran en categoría de riesgo debido al tráfico de especies. Su venta en cualquier parte del mundo es ilegal.

lunes, 11 de marzo de 2024

Detectan la galaxia 'muerta' más antigua jamás observada

Enviado por

Daniela Martinez Heredia 




Astronomos dirigidos por la Universidad de Cambridge han observado una galaxia que repentinamente dejó de formar nuevas estrellas hace más de 13.000 millones de años.

Se trataría de la galaxia 'muerta' más antigua jamás observada. Tal y como se publica en 'Nature', utilizando el telescopio espacial James Webb, la galaxia ya no formó más estrellas cuando el universo tenía sólo 700 millones de años.

Esta galaxia parece haber vivido rápido y muerto joven: la formación de estrellas ocurrió rápidamente y se detuvo casi con la misma rapidez, lo cual es inesperado en una etapa tan temprana de la evolución del universo. Sin embargo, no está claro si el estado 'apagado' de esta galaxia es temporal o permanente, y qué causó que dejara de formar nuevas estrellas. Estos hallazgos podrían ser importantes para ayudar a los astrónomos a comprender cómo y por qué las galaxias dejan de formar nuevas estrellas, y si los factores que afectan la formación de estrellas han cambiado a lo largo de miles de millones de años.

"Los primeros cientos de millones de años del universo fueron una fase muy activa, con muchas nubes de gas colapsando para formar nuevas estrellas", relata Tobias Looser del Instituto Kavli de Cosmología de la Universidad de Cambridge, primer autor del artículo.

"Las galaxias necesitan un rico suministro de gas para formar nuevas estrellas, y el universo primitivo era como un buffet libre", afirmó.

Los astrónomos creen que la formación de estrellas puede ralentizarse o detenerse por diferentes factores, todos los cuales privarán a una galaxia del gas que necesita para formar nuevas estrellas. Los factores internos, como un agujero negro supermasivo o la retroalimentación de la formación estelar, pueden expulsar gas de la galaxia, provocando que la formación estelar se detenga rápidamente.

Alternativamente, el gas puede consumirse muy rápidamente durante la formación de estrellas, sin ser reabastecido rápidamente por gas fresco de los alrededores de la galaxia, lo que resulta en la hambruna de la galaxia. Utilizando datos de JADES (JWST Advanced Deep Extragalactic Survey), los astrónomos determinaron que esta galaxia experimentó un corto e intenso período de formación estelar durante un período de entre 30 y 90 millones de años. Pero entre 10 y 20 millones de años antes del momento en que se observó con Webb, la formación estelar se detuvo repentinamente.

"Todo parece suceder más rápido y más dramáticamente en el universo temprano, y eso podría incluir galaxias que pasan de una fase de formación estelar a una fase inactiva o apagada", apunta Looser. Los astrónomos han observado anteriormente galaxias muertas en el universo primitivo, pero esta galaxia es la más antigua hasta ahora: sólo 700 millones de años después del Big Bang, hace más de 13 mil millones de años. Esta observación es una de las más profundas realizadas hasta ahora con Webb.

Además de ser la más antigua en su clase, esta galaxia también tiene una masa relativamente baja, aproximadamente la misma que la Pequeña Nube de Magallanes (SMC), una galaxia enana cercana a la Vía Láctea, aunque en la SMC todavía se están formando nuevas estrellas. Otras galaxias apagadas en el universo primitivo han sido mucho más masivas, pero la sensibilidad mejorada de Webb permite observar y analizar galaxias más pequeñas y más débiles. Los astrónomos dicen que, aunque parece muerta en el momento de la observación, es posible que en los aproximadamente 13.000 millones de años transcurridos desde entonces, esta galaxia haya vuelto a la vida y haya comenzado a formar nuevas estrellas nuevamente.

domingo, 10 de marzo de 2024

Los cinco reinos (de los seres vivos) ya no son cinco

Probablemente aprendiera en el colegio que los seres vivos se clasifican en cinco reinos: animal, vegetal, fungi, protista y monera. Sin embargo, esta división, todavía popular a día de hoy, es una concepción muy simplificada en vista de lo que conocemos en la actualidad.

La diversidad de especies en el planeta Tierra es extremadamente rica. De hecho, ni siquiera sabemos cuántas especies hay en nuestro planeta, ya que sólo se han descrito aproximadamente 2 millones, lo que supone probablemente un pequeño porcentaje de la diversidad total.

Con el objetivo de comprender mejor la biodiversidad de la Tierra, los científicos hemos agrupado las especies de manera jerárquica en diferentes categorías taxonómicas siguiendo criterios evolutivos. Las categorías taxonómicas superiores como el dominio o el reino agrupan a otras inferiores como el filo, la división, la clase, el orden, la familia o el género.

Animal, vegetal, protista y monera

A lo largo de la historia se han agrupado a las especies en un número variable de reinos.

La primera división data del siglo IV a. e. c. y comprendió dos grandes grupos de seres vivos: vegetal y animal. En esta clasificación, Aristóteles y Teofrasto dividieron los seres vivos en aquellos que tienen únicamente capacidad de reproducción, crecimiento y nutrición (vegetal) y los que, además de estas características, poseen la capacidad de movimiento y de recibir estímulos y reaccionar ante ellos (animal).


Árbol de la vida según Haeckel (1866). Ernst Haeckel

Durante el siglo XIX se comprendió que había muchos organismos con características intermedias entre el reino animal y el vegetal, y se propusieron alternativas que admitían tres o cuatro reinos, destacando el sistema de tres reinos de Ernst Haeckel. Este propuso el reino protista para agrupar a aquellos organismos unicelulares o pluricelulares con características intermedias entre animales y vegetales.

Ya en el siglo XX varios autores fueron conscientes de que entre los organismos unicelulares había seres vivos radicalmente diferentes. Concretamente se observó que algunos organismos unicelulares tienen núcleo mientras que otros carecen de él, afianzando de esta manera la idea de cuatro reinos: planta, animal, protista y monera. Este último reino incluía a las bacterias, que son organismos unicelulares sin núcleo.

Los cinco reinos
Durante la segunda mitad del siglo XX surge de la mano de Robert Whittaker la clasificación de cinco reinos, que ha sido muy popular prácticamente hasta nuestros días y que fue adoptada por científicos tan relevantes como Lynn Margulis.
En esta clasificación se siguen criterios muy prácticos:
Reino planta para los organismos pluricelulares autótrofos (fotosíntesis).

Reino animal para los organismos pluricelulares heterótrofos.

Reino fungi (hongos) para los organismos pluricelulares saprófitos (descomponedores).

Reino protista para los organismos unicelulares nucleados.

Reino monera para los organismos unicelulares anucleados.

Aunque casi desde su publicación se sospechó que dicha clasificación es polifilética o no natural (reinos con más de un origen), ha sido usada casi hasta nuestros días debido a su carácter práctico.


Sirva como pequeño inciso anecdótico que mientras tenían lugar las discusiones académicas sobre la clasificación de los seres vivos, en el bachillerato de la España franquista de los años 60 se clasificaba la biodiversidad en cuatro grupos jerárquicos: planta, animal, hombre y ángel.

A finales del siglo XX, gracias a la revolución que supusieron las filogenias moleculares, se llevaron a cabo reorganizaciones adicionales.

En primer lugar, se pudo apreciar que el tradicional reino monera está formado por organismos unicelulares anucleados de naturaleza radicalmente distinta. Esto desembocó en un sistema de tres dominios y seis reinos.

Los procariotas (unicelulares anucleados) se dividieron en dos dominios: bacteria y arquea, cada uno con un único reino. Los eucariotas conformaban un dominio con cuatro reinos: planta, animal, hongo y protista, cuyas fronteras sufrieron también algunos ajustes con el objetivo de alcanzar la monofilia (origen evolutivo único) de los reinos.

Los seis supergrupos de los eucariotas
A comienzos del siglo XXI, el avance de las filogenias moleculares propició que Thomas Cavalier-Smith clasificara los eucariotas en seis supergrupos asimilables a reinos:

Archaeplastida: plantas.

Opisthokonta: animales y hongos verdaderos.

Amoebozoa: grupo de organismos ameboides antes incluidos en hongos.

Excavata: antiguos protistas que se caracterizan por un surco ventral de alimentación, utilizado para capturar e ingerir pequeñas partículas.

Chromalveolata: grupo heterogéneo que incluía desde las (en ocasiones) gigantes algas pardas hasta los antiguos protistas fotosintéticos originados mediante la endosimbiosis secundaria con un alga roja y ciertos organismos unicelulares heterótrofos.

Rhizaria: antiguos protista que constituyen un linaje sin ninguna característica que los defina.

Esta clasificación en seis supergrupos ha tenido una amplia aceptación entre los científicos a lo largo de los últimos 20 años. El supergrupo Opisthokonta incluye linajes aparentemente tan distintos como los animales y los hongos verdaderos, aunque algunos investigadores sugirieron la conveniencia de agruparlos en supergrupos diferentes.

Si se está preguntado si los humanos estamos más estrechamente emparentados con los hongos de lo que estos lo están con las plantas, la propuesta de Cavalier-Smith y los resultados de recientes estudios evolutivos basados en la comparación de extensos fragmentos del genoma, aconsejan responder que sí.

El panorama se complica

En la actualidad, tras el descubrimiento de numerosos organismos no conocidos hasta hace poco y el uso de estudios filogenómicos para establecer las relaciones de parentesco entre los eucariotas, el esquema de Cavalier-Smith ha sufrido un vuelco considerable.

En la figura que sigue a este párrafo, presentamos el árbol filogenético de los eucariotas teniendo en cuenta los últimos estudios publicados. Dicho árbol divide los seres vivos con células nucleadas en 12 supergrupos (aunque otros investigadores han sugerido recientemente 14 supergrupos).
Aunque somos conscientes de que aún se requieren nuevas investigaciones para extraer conclusiones más definitivas, ya puede deducirse que el escenario de clasificación de los eucariotas en grandes grupos es bastante más complejo de lo que se había supuesto.

Para finalizar, no podemos olvidarnos de los virus, cuya condición de seres vivos es controvertida, pero que podrían constituir un cuarto dominio, junto con las bacterias, las arqueas y los eucariotas.

Comprender mejor la biodiversidad que nos rodea es de capital importancia si queremos proteger todos los linajes del árbol de la vida frente a amenazas actuales como el cambio climático o la sexta extinción masiva en la que estamos lamentablemente inmersos.

sábado, 9 de marzo de 2024

Las 5 grandes extinciones de la historia de la Tierra

En 2016 una reunión de científicos definió una nueva época geológica, el Antropoceno, que sucedería al Holoceno desde mediados del siglo XX y que está caracterizado por el profundo impacto de la huella humana en el planeta. Uno de los rasgos más acusados de este nuevo periodo —que aún no ha sido ratificado por los organismos competentes— es una acelerada extinción masiva de especies que ha sido calificada como el sexto evento masivo de este tipo, y el primero causado por una de esas especies: nosotros. 

A lo largo de la historia de la Tierra han sido numerosas las grandes extinciones, pero solo unas pocas cumplen el criterio para formar parte del Big Five: periodos de menos de 2,8 millones de años en los que han desaparecido las tres cuartas partes de las especies. Para entender el significado de estas catástrofes, repasamos aquí estos cinco episodios —y uno adicional— que se debieron a causas naturales y que cambiaron el curso de la evolución y la vida en la Tierra.

0 – 2.400-2.000 MILLONES DE AÑOS: LA GRAN OXIDACIÓN
Aunque no suele incluirse dentro de las cinco grandes extinciones, sin duda fue el primer gran golpe de timón a la evolución biológica: entre 2.400 y 2.050 millones de años atrás, en el Paleoproterozoico, la atmósfera y la superficie de los océanos comenzaron a llenarse de oxígeno, un gas hasta entonces muy minoritario en la Tierra. 

Se asume que los responsables de este fenómeno conocido como la Gran Oxidación fueron los microorganismos fotosintéticos, aunque aún se discute si las principales responsables fueron las cianobacterias u otros microbios más primitivos, como también se investiga cuáles fueron las causas de esta drástica deriva.
Se cree que durante el período Proterozoico la mayor parte del planeta estaba cubierta por una capa de hielo. 

Fueran cuales fuesen las causas, el resultado fue un cambio radical. Una atmósfera rica en oxígeno hizo posible la vida tal como hoy la conocemos, pero a cambio exterminó a los seres unicelulares que hasta entonces habían dominado el planeta y para los cuales el oxígeno era un veneno. 

Las consecuencias fueron aún mucho más profundas: el descenso del metano, un potente gas de efecto invernadero que hasta entonces abundaba en la atmósfera, sumió a la Tierra en una inmensa glaciación hoy llamada huroniana. Este giro rotundo en el curso de la historia terrestre nos advierte de la extrema sensibilidad del clima a las alteraciones ecológicas.

1 – 443 MILLONES DE AÑOS: EXTINCIÓN ORDOVÍCICA-SILÚRICA
Durante más de 2.000 millones de años de vida en la Tierra solo existieron seres unicelulares, hasta que hace unos 575 millones de años comenzaron a aparecer los primeros organismos multicelulares, un fenómeno llamado explosión de Avalon. 

Esta diversificación, posibilitada por el fin de la glaciación global, aún oculta muchos secretos a la ciencia. Uno de ellos es hasta qué punto aquella fauna del periodo Ediacárico dejó descendientes en el gran estallido de vida que acaeció poco después, hace 540 millones de años: la explosión cámbrica.
En el período Cámbrico surgieron los linajes animales de los que desciende la mayoría de la fauna actual. 

En el Cámbrico nacieron los principales grandes linajes de fauna de los cuales descendemos la mayoría de los animales actuales, aunque por entonces la vida aún estaba limitada al agua y sus orillas. Pero hace unos 443 millones de años, y de forma casi repentina en tiempo geológico, el 85% de las especies desaparecieron del planeta. 

Se habla de una gran glaciación que cubrió Gondwana, el supercontinente del sur, e hizo descender el nivel de los mares, condenando a los seres que habitaban en las plataformas continentales. A ello siguió un posterior calentamiento rápido que de nuevo subió el nivel de las aguas pero dejó océanos pobres en oxígeno y ricos en metales tóxicos. 

Las causas de todo ello aún no son bien conocidas; se ha propuesto que la aparición de la cordillera de los Apalaches en los actuales EEUU por los movimientos tectónicos expuso nueva roca cuya erosión química retiró CO2 de la atmósfera, reduciendo así el efecto invernadero. Otras teorías hablan de volcanismo o de un estallido de rayos gamma de una supernova que habría eliminado la protección del ozono atmosférico contra la letal radiación ultravioleta del sol.

2 – 372 MILLONES DE AÑOS: EXTINCIÓN DEVÓNICA
Hace 419 millones de años comenzó el Devónico, hoy conocido como la era de los peces, ya que estos animales crecieron y se diversificaron hasta colonizar todos los ambientes acuáticos; uno de ellos, el Dunkleosteus, alcanzaba casi los 9 metros. 

También los vertebrados comenzaron a abandonar tímidamente las aguas para aventurarse en tierra seca con sus aletas que, como en el caso del tiktaalik, iban transformándose en patas para originar los primeros tetrápodos. Pero el Devónico fue también cuando la Tierra se hizo verde: las plantas cubrieron el paisaje formando grandes bosques que se poblaron de invertebrados como miriápodos, arácnidos y los primeros insectos.
La extinción del Devónico solo afectó a las especies acuáticas, que comenzaron a desarrollar la habilidad de salir a la superficie. 

A finales del Devónico comenzó una serie de extinciones que se prolongaron durante millones de años y que en conjunto exterminaron hasta un 75% de todas las especies. 

El carácter gradual de la segunda gran extinción de la historia de la Tierra ha hecho aflorar múltiples hipótesis sobre sus causas, incluyendo las habituales como el volcanismo o el impacto de un objeto espacial. 

Una teoría interesante es que fueron las plantas las causantes de todo ello: sin herbívoros que controlaran su proliferación, la explosión de vida vegetal provocó un fuerte descenso del CO2 atmosférico que redujo el efecto invernadero, desencadenando un enfriamiento global. 

A ello se unió la liberación de nutrientes a los océanos por la acción de las plantas sobre la roca, con una consecuente proliferación de algas que eliminó el oxígeno del agua. La extinción del Devónico solo afectó a las especies acuáticas. Los trilobites, uno de los grupos de mayor éxito del Paleozoico, perdieron la mayoría de sus especies.

3 – 252 MILLONES DE AÑOS: EXTINCIÓN PÉRMICA-TRIÁSICA
Hace 252 millones de años se produjo la que se considera la mayor extinción en la historia terrestre, tan extensa como para marcar la muerte de una era, el Paleozoico, y el nacimiento de otra, el Mesozoico, que hoy conocemos como el reinado de los dinosaurios. 

La causa suele atribuirse a un episodio volcánico masivo que originó la región conocida como traps siberianos, liberando grandes cantidades de CO2 que originaron un calentamiento global catastrófico, aunque no se descarta el posible impacto de un objeto espacial. 

El resultado fue la extinción de más del 85% de las especies marinas en solo 100.000 años. Y aunque fue el final definitivo para algunos animales emblemáticos del Paleozoico, como los pocos trilobites que habían sobrevivido a las dos extinciones anteriores, la extinción en tierra pudo ser más prolongada y afectar al 70% de la fauna, incluyendo numerosos reptiles, anfibios e insectos.
El nacimiento del Mesozoico está marcado por la mayor extinción en la historia del planeta: el 85% de las especies desaparecieron en apenas 100.000 años. 

Según un estudio de 2021, a la extinción siguió una proliferación de bacterias y algas en las aguas que las convirtió en una sopa tóxica e inhabitable durante cientos de miles de años; la Tierra tardó 4 millones de años en recuperarse, y los arrecifes de coral no volverían a su antiguo esplendor hasta 14 millones de años después. 

Los autores del estudio advertían de que esto mismo está sucediendo en la emergencia climática actual: el excesivo vertido de nutrientes y el calentamiento de los mares provoca esta eutrofización que consume el oxígeno del agua, creando zonas muertas y liberando a la atmósfera grandes cantidades de N2O, un gas de efecto invernadero.

4 – 201 MILLONES DE AÑOS: EXTINCIÓN TRIÁSICA-JURÁSICA
El Triásico, el primer periodo de la era Mesozoica, es un lapso de 50 millones de años flanqueado por dos de las grandes extinciones terrestres. No fue hasta mediados de este periodo cuando la vida comenzó a recuperar la diversidad que tenía antes de la catástrofe del fin del Pérmico, solo para que poco después un nuevo cataclismo volcánico en la región del actual océano Atlántico —según la hipótesis corriente— evacuara inmensas cantidades de CO2, provocando un calentamiento del planeta y una acidificación de los océanos que fueron devastadores para la biosfera.
La extinción triásica, que acabó con el 80% de las especies, dio paso a la era de los dinosaurios. 

Con la desaparición al final del Pérmico de muchos de los terápsidos, los primeros mamíferos, eran los reptiles los que comenzaban a dominar la Tierra en el Triásico, una época de clima cálido y seco. 

A finales de este periodo aparecieron los dinosaurios y los pterosaurios, los primeros vertebrados voladores, pero por entonces eran los ancestros de los cocodrilos el grupo dominante. 

Esto cambió con la gran extinción que acabó con el 80% de las especies, diezmando sobre todo a los cocodrilos y los mamíferos, y permitiendo que los dinosaurios se convirtieran en los reyes del Jurásico, el periodo posterior.

5 – 66 MILLONES DE AÑOS: EXTINCIÓN CRETÁCICA-TERCIARIA
La última de las cinco grandes extinciones es sin duda la más popularmente conocida, ya que marcó el fin de la era de los dinosaurios. 

Está sobradamente extendida la idea de que el causante del cataclismo fue el impacto de Chicxulub, un asteroide de unos 12 kilómetros que colisionó junto a la actual península mexicana de Yucatán con la potencia de 10.000 millones de bombas atómicas, abriendo un cráter de 150 kilómetros de diámetro y 20 de profundidad. 

El enfriamiento y oscurecimiento global que produjo acabó con las tres cuartas partes de la vida terrestre, sobre todo los animales de mayor tamaño. Durante años ha circulado una hipótesis alternativa que atribuye la llamada extinción K-T o K-Pg (cretácica-terciaria o cretácica-paleógena) a un fenómeno de vulcanismo que originó los llamados traps del Decán en la actual India. 

Aunque la teoría de Chicxulub es la más aceptada, hoy se piensa que los volcanes también contribuyeron al desastroso resultado final.
La extinción más conocida, la que acabó con la mayoría de dinosaurios, fue clave en la proliferación de los mamíferos y por tanto en la aparición del ser humano. 

Sin embargo, no es del todo preciso decir que los dinosaurios se extinguieron, ya que no todos lo hicieron. Del grupo de los dinosaurios aviares, animales más pequeños que sobrevivieron a la catástrofe, se originaron todas las aves actuales, que la taxonomía actual clasifica también como dinosaurios de pleno derecho. 

La desaparición de los grandes reptiles dio ocasión a que los mamíferos, hasta entonces pequeños animales que se escondían bajo tierra, tuvieran su oportunidad de multiplicarse y poblar el planeta, hasta dar origen al ser humano; la única especie capaz de iniciar por sí misma una gran extinción a un ritmo mucho más acelerado de lo que la naturaleza jamás ha conseguido.