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Si está descontrolada, la ira es una emoción negativa y dañina con nosotros mismos y con los que nos rodean. Sin embargo, también es un sentimiento básico y, como tal, cumple un papel clave en la supervivencia, ya que, ante una amenaza real, solo poniéndonos en guardia logramos protegernos.
No acaba ahí la cosa
Ponerse hecho un energúmeno también desencadena cambios en el encéfalo. Y estos hacen que, si eres violento una vez, te resulte más fácil repetir ese comportamiento. De demostrarlo se encargaron en 2015 neurobiólogos rusos y neoyorquinos. En experimentos con ratones, comprobaron que, tras una pelea, los ganadores se volvían más bravucones, y que el cambio coincidía con un aumento del número de neuronas en una estructura del hipocampo conocida como giro dentado. Curiosamente, la activación de estas nuevas neuronas perpetuaba la conducta agresiva. Dicho de otro modo, en el cerebro la agresividad se retroalimenta.
Que te enfades si te insultan, si te atacan, si tu pareja te es infiel o si te despiden del trabajo es completamente natural, y hasta sano. Lo que no lo es tanto es que experimentes una furia incontrolable y ganas de gritar cuando vas en el metro y escuchas al pasajero de al lado mascar chicle. Sin embargo, hay a quien le pasa.
Trastornos asociados a perder el control
Una avería en los frenos de la ira
Si te enfadas échale la culpa de tu ira a...
Las grasas trans
Una investigación de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.) demostró que abusar de las grasas trans presentes en la comida basura, los fritos y la bollería industrial fomenta la ira. Lo achacan a que interfiere con el metabolismo del omega-3, un ácido graso fundamental para nuestras neuronas que mantiene al cerebro ágil y espabilado.
Las redes sociales
¡Cuidado! La furia es viral. Un estudio en el sitio web Weibo, el equivalente chino de Facebook y, en menor medida, Twitter, demostró que la ira es la emoción que más rápidamente se contagia en las redes sociales, y también la que más respuestas genera.
Demasiado autocontrol
¿Te salta la tapa de los sesos cuando, por ejemplo, intentas dejar de fumar o te pones a dieta? No es casualidad. Se ha comprobado que llevar a cabo un esfuerzo demasiado grande de autocontrol nos convierte en un blanco fácil para la ira y la agresividad.
Tus genes
La hostilidad podría tener también raíces genéticas. En la Universidad de Pittsburgh (EE. UU.), han identificado ciertas variantes del gen del receptor de la serotonina –la molécula del buen humor– asociadas a comportamientos agresivos. Es decir, que la tendencia a cabrearse como un mono se hereda.
La masificación
De acuerdo con un reciente estudio de la Universidad Cornell (EE. UU.), cuanto más pegados vivimos unos a otros, más irritables nos volvemos. La alta densidad de población incrementa los niveles sanguíneos de la hormona del estrés, el cortisol. Una molécula que, a la larga, nos predispone a ser peleones.
La inflamación
Esta y la agresividad están biológicamente conectadas. A esa conclusión llegaron neurocientíficos de la Universidad de Chicago (EE. UU.). Según sus pesquisas, las personas irascibles tienen más marcadores de inflamación en sangre que las que se toman las cosas con serenidad. Lo que no está claro es qué viene primero: si la inflamación o la ira.
En este artículo, nos adentraremos en el fascinante mundo de estos organelos, explorando su estructura, función y la vital importancia que tienen para la vida en la Tierra.
Imagina una pequeña fábrica dentro de cada una de tus células, una fábrica incansable que trabaja día y noche para producir la energía necesaria para todas las funciones vitales. Esa es la mitocondria. Presente en casi todas las células eucariotas (animales, plantas, hongos y protistas), su función principal es llevar a cabo la respiración celular, un proceso complejo que descompone nutrientes para generar grandes cantidades de ATP.
Una mirada a su estructura:
Las mitocondrias son estructuras ovaladas que pueden variar en forma y tamaño, pero su diseño interno es crucial para su función. Poseen dos membranas distintas, cada una con un papel específico:Membrana Externa: Es lisa y permeable a moléculas pequeñas, actuando como una especie de "pared" protectora que separa el organelo del citoplasma circundante. Contiene proteínas que permiten el paso de iones y moléculas pequeñas, pero es selectiva con moléculas más grandes.
Membrana Interna: Esta es la verdadera joya de la mitocondria. Es altamente plegada, formando numerosas invaginaciones llamadas crestas mitocondriales. Estos pliegues no son aleatorios; aumentan drásticamente la superficie disponible para las reacciones químicas. Es en esta membrana donde se lleva a cabo la mayor parte de la producción de ATP a través de la cadena de transporte de electrones y la fosforilación oxidativa. Es mucho menos permeable que la membrana externa, lo que permite la creación de gradientes de concentración esenciales.
Entre estas dos membranas existe un espacio, el espacio intermembrana, que juega un papel crucial en el establecimiento de los gradientes de protones necesarios para la síntesis de ATP.
Dentro de la membrana interna, encontramos la matriz mitocondrial. Esta es una solución densa que contiene una mezcla de enzimas, ribosomas, moléculas de ARN y, curiosamente, su propio ADN circular. Sí, las mitocondrias tienen su propio material genético, una característica que apoya la teoría endosimbiótica (de la que hablaremos más adelante). Es en la matriz donde ocurren importantes etapas de la respiración celular, como el ciclo de Krebs (o ciclo del ácido cítrico) y la oxidación de ácidos grasos.
La Respiración Celular: El Proceso Energético:
La respiración celular es un proceso aeróbico (requiere oxígeno) que se puede dividir en varias etapas interconectadas, ocurriendo algunas en el citoplasma y otras dentro de la mitocondria:Glucólisis (en el citoplasma): Es la primera etapa, donde una molécula de glucosa (un azúcar de seis carbonos) se rompe en dos moléculas de piruvato (tres carbonos), generando una pequeña cantidad de ATP y NADH.
Oxidación del Piruvato (en la matriz mitocondrial): Cada molécula de piruvato entra en la mitocondria y se convierte en acetil-CoA, liberando dióxido de carbono y generando más NADH.
Ciclo de Krebs (o Ciclo del Ácido Cítrico, en la matriz mitocondrial): El acetil-CoA se une a un compuesto de cuatro carbonos y entra en una serie cíclica de reacciones. En cada vuelta, se liberan moléculas de dióxido de carbono y se generan portadores de electrones de alta energía: NADH y FADH₂. Estos transportadores son clave para la siguiente etapa.
Cadena de Transporte de Electrones y Fosforilación Oxidativa (en la membrana interna mitocondrial): Esta es la etapa donde se produce la mayor parte del ATP. El NADH y el FADH₂ liberan sus electrones a una serie de proteínas incrustadas en la membrana interna. A medida que los electrones se mueven a través de esta cadena, liberan energía que se utiliza para bombear iones de hidrógeno (protones) desde la matriz hacia el espacio intermembrana. Esto crea un gradiente electroquímico, similar a una batería cargada. Los protones fluyen de vuelta a la matriz a través de una enzima especial llamada ATP sintasa, que utiliza la energía de este flujo para sintetizar grandes cantidades de ATP a partir de ADP y fosfato inorgánico. El oxígeno actúa como el aceptor final de electrones, formando agua.
En resumen, la mitocondria toma los productos de la digestión de alimentos (principalmente glucosa, ácidos grasos y aminoácidos) y los transforma eficientemente en ATP, la energía que impulsa casi todas las actividades celulares.
Una mirada a su estructura:
Los cloroplastos son organelos más grandes que las mitocondrias y, al igual que ellas, poseen una compleja estructura interna que optimiza su función:
Membrana Externa: Es lisa y permeable a moléculas pequeñas, similar a la mitocondria, actuando como una envoltura protectora.
Membrana Interna: Es más selectiva que la externa, controlando el paso de sustancias dentro y fuera del organelo. A diferencia de la mitocondria, no está plegada en crestas.
El espacio entre la membrana externa e interna se conoce como espacio intermembrana.
Dentro de la membrana interna, se encuentra el estroma, un fluido gelatinoso que contiene enzimas, ribosomas y también su propio ADN circular. Es en el estroma donde ocurren las reacciones de la fase oscura de la fotosíntesis (el ciclo de Calvin).
La característica más distintiva y funcional del cloroplasto son los tilacoides. Estas son estructuras membranosas aplanadas, con forma de sacos o discos, que están apiladas unas sobre otras formando estructuras que se asemejan a pilas de monedas, llamadas grana (plural de granum). Las granas están interconectadas por tilacoides del estroma. La membrana del tilacoide es de suma importancia, ya que es aquí donde se encuentran los pigmentos fotosintéticos, como la clorofila, que le da a las plantas su color verde característico y es la encargada de captar la energía lumínica.
El espacio dentro de cada tilacoide se llama lumen del tilacoide. Este espacio es crucial para la generación de un gradiente de protones, similar al espacio intermembrana de la mitocondria.
La Fotosíntesis: La Conversión de la Luz en Vida:
La fotosíntesis se divide en dos fases principales, que ocurren en diferentes partes del cloroplasto:Fase Luminosa (o Reacciones Dependientes de la Luz, en las membranas de los tilacoides): En esta fase, la clorofila y otros pigmentos fotosintéticos absorben la energía de la luz solar. Esta energía se utiliza para:
Excitar electrones, que luego se transfieren a través de una cadena de transporte de electrones (similar a la mitocondria).
Dividir moléculas de agua (fotólisis del agua), liberando oxígeno como subproducto (¡el oxígeno que respiramos!), protones y electrones.
Generar ATP y NADPH (Nicotinamida Adenina Dinucleótido Fosfato), moléculas portadoras de energía y poder reductor, respectivamente, que serán utilizadas en la siguiente fase. Al igual que en la mitocondria, la ATP sintasa utiliza el gradiente de protones generado para producir ATP.
Fase Oscura (o Reacciones Independientes de la Luz / Ciclo de Calvin, en el estroma): A pesar de su nombre, esta fase no requiere oscuridad, sino que no necesita luz directamente. Utiliza el ATP y el NADPH producidos en la fase luminosa para fijar el dióxido de carbono de la atmósfera. A través de una serie de reacciones cíclicas, el dióxido de carbono se convierte en azúcares (principalmente glucosa). Estos azúcares son la fuente de energía y los bloques de construcción para la planta, y también el alimento para los organismos heterótrofos (incluidos nosotros).
En esencia, el cloroplasto transforma la energía luminosa en energía química almacenada en carbohidratos, alimentando no solo a la planta misma, sino indirectamente a la inmensa mayoría de la vida en la Tierra.
La teoría endosimbiótica, propuesta por Lynn Margulis, postula que tanto las mitocondrias como los cloroplastos fueron en su origen bacterias de vida libre. Se cree que una célula eucariota ancestral (un tipo de "anfitrión") engulló a una bacteria aeróbica (que se convirtió en la mitocondria) y, posteriormente, a una cianobacteria fotosintética (que se convirtió en el cloroplasto) en eventos separados. En lugar de digerirlas, se estableció una relación simbiótica mutuamente beneficiosa: las bacterias proporcionaban energía y la célula anfitriona les ofrecía protección y un ambiente estable. Con el tiempo, esta relación se volvió obligatoria, dando origen a las células eucariotas complejas que conocemos hoy.
Esta teoría explica la doble membrana de ambos organelos (una del endosimbionte original y otra del anfitrión), su ADN y ribosomas propios, y su modo de división. Es un testimonio asombroso de cómo la evolución ha dado forma a la vida a través de la cooperación.
Las mitocondrias y los cloroplastos son mucho más que simples componentes celulares; son los arquitectos de la energía, los guardianes de la vida. Desde la respiración que nos mantiene en movimiento hasta la fotosíntesis que nos proporciona alimento y oxígeno, estos organelos trabajan incansablemente para mantener el equilibrio energético de nuestro planeta.
Comprender su funcionamiento no solo nos revela la complejidad y la belleza de la biología celular, sino que también nos hace apreciar la interconexión de todos los seres vivos y la ingeniosa forma en que la naturaleza ha resuelto el desafío fundamental de la energía. Son, sin duda, la chispa que enciende la vida.